¿validez universal o justificación para la información?
Ignacio Saraiva [1]
Facultad de Información y Comunicación
ignacio.saraiva@fic.edu.uy
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Resumen
Jürgen Habermas y Richard Rorty, si bien compartían el ataque al fundacionismo y a la teoría correspondentista de la verdad al cuestionar la idea de que la verdad consista en una correspondencia directa entre proposiciones y realidad, mantuvieron un debate sobre la relación entre la verdad y la justificación. Por un lado, Habermas sostiene que es necesario conservar la verdad como un elemento fundamental para comprender la racionalidad comunicativa, ya que, al establecer un acto de habla serio sobre el mundo, los individuos realizan una pretensión de validez universalizable, así como también considera que es necesario mantener presupuestos normativos ideales en orden de justificar las pretensiones de validez. Por otro lado, Rorty plantea la necesidad de abandonar la noción de verdad y sustituirla por la idea de justificación. Mantiene el uso de la noción de verdad asociándolo a un recurso retórico y un uso precautorio cuando no es posible justificar una creencia frente a un público futuro. Critica la idea de que exista algún tipo de condición formal para mantener una verdad universal, puesto que justificación y verdad suponen criterios locales y contingentes de una comunidad lingüística. El presente trabajo pretende discutir y reflexionar acerca de qué consecuencias posee este debate a la hora de analizar la información en el contexto de la sociedad, en el marco de la ciencia de la información. Tal discusión abre la pregunta acerca de si debemos pensar la información bajo presupuestos normativos universales o, por el contrario, bajo criterios locales y contingentes.
Palabras clave: Jürgen Habermas. Richard Rorty. Teoría de la verdad. Filosofía de la ciencia. Teoría de la acción comunicativa. Ciencia de la información.
BETWEEN HABERMAS AND RORTY
universal validity or justification for information?
Abstract
Jürgen Habermas and Richard Rorty, while sharing an attack on foundationalism and the correspondence theory of truth by questioning the idea that truth consists of a direct correspondence between propositions and reality, engaged in a debate about the relationship between truth and justification. On the one hand, Habermas argues that it is necessary to preserve truth as a fundamental element for understanding communicative rationality, since, in establishing a serious speech act about the world, individuals make a claim to universalizable validity. He also considers it necessary to maintain ideal normative presuppositions in order to justify validity claims. On the other hand, Rorty proposes the need to abandon the notion of truth and replace it with the idea of justification. He maintains the use of the notion of truth, associating it with a rhetorical device and a precautionary use when it is not possible to justify a belief to a future audience. This paper criticizes the idea that there is any kind of formal condition for maintaining a universal truth, since justification and truth presuppose local and contingent criteria within a linguistic community. This work aims to discuss and reflect on the consequences of this debate when analyzing information in the context of society, within the framework of information science. This discussion raises the question of whether we should consider information under universal normative assumptions or, conversely, under local and contingent criteria.
Keywords: Jürgen Habermas. Richard Rorty. Theory of truth. Philosophy of science. Theory of communicative action. Information science.
Resumo
Enquanto Jürgen Habermas e Richard Rorty compartilhavam uma crítica ao fundacionalismo e à teoria da correspondência da verdade, questionando a ideia de que a verdade consiste em uma correspondência direta entre proposições e realidade, eles se engajaram em um debate sobre a relação entre verdade e justificação. Por um lado, Habermas argumenta que é necessário preservar a verdade como um elemento fundamental para a compreensão da racionalidade comunicativa, uma vez que, ao estabelecer um ato de fala sério sobre o mundo, os indivíduos reivindicam uma validade universalizável. Ele também considera necessário manter pressupostos normativos ideais para justificar reivindicações de validade. Por outro lado, Rorty propõe abandonar a noção de verdade e substituí-la pela ideia de justificação. Ele mantém o uso da noção de verdade, associando-a a um recurso retórico e a um uso preventivo quando não é possível justificar uma crença para um público futuro. Este artigo critica a ideia de que existe qualquer condição formal para a manutenção de uma verdade universal, uma vez que a justificação e a verdade pressupõem critérios locais e contingentes dentro de uma comunidade linguística. Este trabalho visa discutir e refletir sobre as consequências desse debate na análise da informação no contexto da sociedade, dentro da estrutura da ciência da informação. Essa discussão levanta a questão de se devemos considerar a informação sob pressupostos normativos universais ou, inversamente, sob critérios locais e contingentes.
Palavras-chave: Jürgen Habermas. Richard Rorty. Teoria da verdade. Filosofia da ciência. Teoria da ação comunicativa. Ciência da informação.
1 INTRODUÇÃO
Jürgen Habermas y Richard Rorty fueron dos filósofos que marcaron buena parte de las discusiones epistemológicas de la segunda mitad del siglo XX. Habermas fue un filósofo y sociólogo alemán que, a partir de la publicación de la Teoría de la acción comunicativa (1999) realizó significativos aportes relacionados al desarrollo del concepto de racionalidad comunicativa con el cual criticará a la modernidad. Por otro lado, Rorty fue un filósofo estadounidense que, a partir de la publicación de La filosofía y el espejo de la naturaleza (1995) expondrá una seria crítica al programa de la filosofía moderna. Ambos responsables de una obra muy prolífica y heterogénea. En este desarrollo, compartirán puntos fundamentales en sus programas filosóficos.
Tanto Habermas como Rorty comparten el ataque al fundacionismo y a la teoría correspondentista de la verdad. Tal teoría considera que existe una relación entre las proposiciones y hechos independientes del lenguales. Pero, sobre todo, a partir del giro lingüístico, tomarán relevancia los cuestionamientos hacia la noción de correspondencia y a la idea de si realmente se pueden comparar proposiciones y hechos por fuera del lenguaje. Ambos objetarán que la idea de la verdad consista en una correspondencia directa entre proposiciones y realidad, puesto que es imposible escapar de nuestro lenguaje y contrastar directamente nuestras creencias con una realidad independiente. En tal sentido, el acceso al mundo se encuentra mediado por el lenguaje y la justificación del conocimiento se encuentra dado por una red de creencias y oraciones interdependientes (Fernández Membrive, 2015; Rorty, Habermas, 2007; Salvá Soria, 2017). Más allá de estos puntos en común, sostendrán un debate en torno a la relación entre la verdad y la justificación, elementos que los alejarán en sus perspectivas y propuestas filosóficas.
El presente trabajo pretende discutir y reflexionar acerca de qué consecuencias posee este debate a la hora de analizar la información en el contexto de la sociedad, en el marco de la ciencia de la información. Para ello, en primer lugar se presentan los aportes realizados por Habermas en torno a la verdad, las pretensiones de validez universal y la situación ideal de habla que dan sentido a su propuesta. En segundo lugar, se reconstruye los argumentos de Rorty y su programa deflacionista de la verdad, en donde sustituirá esta noción por la idea de justificación y un uso precautorio de la verdad. A su vez, se presentan los principales enfoques en ciencia de la información que han intentado articular estas discusiones en torno a la disciplina. Por último, se ofrecen un conjunto de conclusiones que buscan sistematizar y sintetizar la discusión en el marco de la ciencia de la información.
2 HABERMAS: LA VERDAD COMO PRETENSIÓN DE VALIDEZ
Uno de los elementos que aleja los puntos de vista de Habermas y Rorty es la discusión sobre la relación entre la verdad y la justificación. En tal sentido, Habermas considera que es necesario conservar la verdad como un elemento fundamental para comprender la racionalidad comunicativa, ya que, al establecer un acto de habla serio sobre el mundo, los individuos realizan una pretensión de validez con la capacidad de ser reconocida por cualquier participante racional. Cabe mencionar que la racionalidad de una acción comunicativa supone que los individuos pueden defender argumentativamente las pretensiones de validez de sus enunciados y se encuentran determinadas por la fuerza del mejor argumento aceptado intersubjetivamente. Es decir, el mejor argumento que puede justificarse obtiene un mejor consenso válido. Sobre esta base, la verdad se concibe como aquello que podría alcanzar el consenso racional en una situación ideal de habla en donde la pretensión de validez se reconoce por parte de los participantes. Para sostener la noción de verdad es necesario mantener presupuestos normativos ideales en orden de justificar las pretensiones de validez. Habermas sostiene que:
Una proposición es Verdadera si puede ser justificada bajo condiciones epistémicas ideales (Putnam), o puede ganar un acuerdo alcanzado argumentativamente en una situación ideal de habla (Habermas), o en una comunidad ideal de comunicación (Apel). Lo verdadero es lo que puede ser aceptado como racional bajo condiciones ideales (Rorty, Habermas, 2007, p. 119).
Por lo que Habermas sostiene que es necesario, a la hora de realizar una proposición con pretensiones de validez y que se encuentre justificada, dar cuenta de condiciones determinadas para que sea aceptada. Pero también, da cuenta de que la verdad ya no se corresponde entre una proposición y la realidad sino que se vincula a un acuerdo racional a partir de una acción comunicativa y que se logra argumentativamente en un marco ideal de entendimiento. Lo que se considera como verdadero, por tanto, ya no posee un valor empírico y sus criterios de verificación que determine su legitimidad sino que refiere antes a que un argumento cumpla con ciertas condiciones ideales. Habermas supone una relación entre la justificación y las pretensiones de verdad que puede ofrecer una proposición, si bien no la reduce solamente a esta relación es necesario ofrecer cierta justificación y argumentación que permita dar cuenta de su racionalidad comunicativa. Al avanzar sobre esta relación entre verdad y justificación, Habermas postula que:
El uso «precautorio» de los predicados de verdad muestra que, con la verdad de las proposiciones, vinculamos una pretensión incondicional que apunta más allá de toda la evidencia disponible para nosotros; por otra parte, la evidencia que aportamos a nuestros contextos de justificación debe ser suficiente para autorizamos a plantear pretensiones de verdad. Aunque la verdad no puede ser reducida a la coherencia y a la asertibilidad justificada, tiene que haber una relación interna entre verdad y justificación. (Rorty, Habermas, 2007, p. 106)
Más allá de la noción y al uso que Rorty le dará al concepto precautorio de la verdad, Habermas le da un sentido en donde una proposición que es avalada como verdadera no responde a una correspondencia con la realidad conclusiva sino que expresa una pretensión que va más allá de lo que la evidencia que se encuentra en un momento dado permite justificar, es decir posee pretensiones de incondicionalidad y no una mera relación de correspondencia. Una proposición que posee pretensiones de verdad también posee una pretensión incondicional de validez, en el entendido de que la proposición no solamente se limita a la evidencia y a la justificación en un momento dado, sino que puede ser evaluada racionalmente en cualquier momento. Pero también, va un paso más adelante y supone que una pretensión de validez incondicional no solamente remite a aquello que se puede justificar, sino que se manifiestan a un horizonte más amplio. Así es que la verdad no solamente se reduce a aquello que se puede justificar en el marco de una comunidad dada y las pretensiones de validez no se agotan en la justificación. La relación planteada entre la verdad y la justificación implica que la verdad puede extenderse más allá de la evidencia disponible y su justificación, pero no puede desprenderse totalmente de ofrecer la mejor justificación para un momento dado. La verdad no acaba en la justificación sino que tiene objetivos de incondicionalidad, y este punto será central para marcar las diferencias con la propuesta de Rorty, en donde las pretensiones de validez se reducirán a lo que se puede justificar en una comunidad lingüística particular. En el programa de Habermas la verdad posee una relación con la justificación y son elementos distintos que cumplen funciones diferentes, en un marco discursivo determinado que cumple con criterios normativos particulares.
En este particular Habermas indica que frente a un acto comunicativo y se emite una proposición para afirmar algo sobre la realidad, se asume que es verdadero incondicionalmente, no se duda de lo que se está afirmando y se toma una actitud como si se tratara de una verdad definitiva. Pero esta situación no se termina en la incondicionalidad, puesto que también se debe tomar una actitud reflexiva y evaluar que toda justificación realizada puede ser sometida a crítica y en el futuro sea invalidada. Es decir, una proposición verdadera que se encuentra justificada y logra un consenso no posee un valor categórico sino que se encuentra expuesta a ser revisada en el futuro. Para Habermas es necesario utilizar la noción de verdad en este sentido puesto que es fundamental para establecer una comunicación adecuada, para comunicarnos necesitamos creer que las proposiciones son verdades incondicionales puesto que si fuera de otra forma la comunicación no tendría sentido. La verdad, en este sentido, se convierte en una herramienta que regula y que es indispensable para las condiciones del discurso racional (Rorty, Habermas, 2007).
Sobre este punto, se puede considerar qué condiciones son necesarias para establecer que un discurso es racional y que los actos de habla se ajustan a elementos regulativos que supone la noción de verdad. Para ello, Habermas plantea que cuando un individuo plantea una proposición lo hace en función de una pretensión de validez para que la comunicación obtenga sentido con entendimiento, pero esas pretensiones deben cumplir con ciertas garantías regulativas para que la acción comunicativa prospere. En tal sentido, plantea tres pretensiones de validez para que la acción posea un sentido orientado al entendimiento. Estas son, la pretensión de que el enunciado que se emite sea verdadero, es decir que el contenido de la proposición posee ciertas condiciones de existencia; la pretensión de que el acto de habla se ajusta al contexto normativo de un momento dado o que posee una manifiesta legitimidad; y la pretensión de lo que es expresado coincide con lo que el hablante piensa (Habermas, 1999, p. 144). Al respecto, menciona que:
El hablante pretende, pues, verdad para los enunciados o para las presuposiciones de existencia, rectitud para las acciones legítimamente reguladas y para el contexto normativo de éstas, y veracidad para la manifestación de sus vivencias subjetivas… Son los propios actores los que buscan un consenso y lo someten a criterios de verdad, de rectitud y de veracidad, es decir, a criterios de ajuste o desajuste entre los actos de habla… (Habermas, 1999, p. 144).
Tal como lo plantea Habermas distingue la noción de entendimiento y de pretensiones de validez y verdad en tres dimensiones distintas, una dimensión objetiva en donde se relaciona con lo existente y presupone que el hablante da cuenta de hechos existentes, la rectitud mencionada relacionada con la dimensión social y las normas que son legítimas a aplicar en un marco compartido, y una dimensión de veracidad en donde el individuo da cuenta de lo que piensa realmente. De esta manera integra la dimensión objetiva (verdad), social (rectitud) y subjetiva (vivencias) relacionadas con las pretensiones de validez de una proposición. Por lo que un consenso no implica solamente el acuerdo de las partes sino que supone el reconocimiento de pretensiones de validez y que se pueda justificar racionalmente bajo los criterios de verdad, rectitud y veracidad (Solares, 1996).
Esta distinción sobre las pretensiones de validez encuentran su marco normativo en lo que Habermas consideró como situación ideal de habla. Esta noción busca establecer las condiciones en las cuales el consenso puede ser establecido como racional. Por lo que, la situación ideal de habla comprende un conjunto de idealizaciones que los hablantes deben contribuir a la hora de discutir sobre las pretensiones de validez. Esta noción se comporta como una herramienta filosófica en busca de ofrecer condiciones a la hora de buscar la verdad pero también permite evaluar si un consenso obtenido es racional o no (Rasmussen, 2019). Habermas sostiene que
he tratado por mi parte de explicitar los presupuestos comunicativos generales de la argumentación, entendiéndolos como determinaciones de una situación ideal de habla… me sigue pareciendo correcta la intención de reconstruir las condiciones generales de simetría que todo hablante competente tiene que dar por suficientemente satisfechas en la medida en que cree entrar genuinamente en una argumentación. Los participantes en la argumentación tienen todos que presuponer que la estructura de su comunicación, en virtud de propiedades que pueden describirse de modo puramente formal, excluye toda otra coacción, ya provenga de fuera de ese proceso de argumentación, ya nazca de ese proceso mismo, que no sea la del mejor argumento... (Habermas, 1999, p. 46).
La situación ideal de habla supone un conjunto de condiciones de posibilidades para obtener un consenso racional, es decir un conjunto de presupuestos que el hablante debe aceptar a la hora de ofrecer una argumentación. Entre estos presupuestos se encuentran las condiciones simétricas y la falta de elementos de coacción, aunque no necesariamente se den esas condiciones empíricas sino que responden a un ideal regulativo. Esto permite que los participantes tengan igual posibilidad de intervenir y justificar en donde se impone la fuerza del mejor argumento. Para Habermas es necesario contar con un conjunto de normas regulativas ideales que permitan reconocer un consenso adecuado.
Para Habermas una situación ideal de habla concita que las comunicaciones no se encuentran impedidas por influjos externos contingentes ni tampoco por coacción, sino que se trata de una situación contrafáctica que excluye las distintas distorsiones que pueden ocurrir en una estructura de comunicación y que procura una distribución simétrica de oportunidades a la hora de elegir y ejecutar actos de habla (Habermas, 1997). En virtud de ello establece condiciones que se deben de cumplir en una situación ideal de habla. En primer lugar establece que es necesario que todos los participantes potenciales en un discurso deben lograr la misma oportunidad de realizar actos de habla comunicativos, ya que deben tener la posibilidad de abrir o perpetuar una discusión. En segundo lugar, todos los participantes deben poder realizar, en igualdad de oportunidades, interpretaciones, afirmaciones, recomendaciones o justificaciones acerca de las pretensiones de validez para que ningún elemento de prejuicio quede apartado de la crítica. En tercer lugar aporta que, a la hora de que un individuo lleve adelante un discurso, solo se permiten aquellos que puedan realizar actos de habla significativos, en donde puedan expresar actitudes, sentimientos y deseos en orden de compartir espacios de expresión individual y hagan transparente su naturaleza interna. Por último sustenta que para dar cuenta de un discurso solo se permiten hablantes que posean la misma oportunidad de emplear actos de habla regulativos, puesto que es lo que permite una adecuada reciprocidad entre los participantes. Estas condiciones son las que formulan los presupuestos de una situación ideal de habla en el cual se lleva adelante un discurso. En tal sentido, un consenso racional se distingue de otro no racional en la medida que se refiera a una situación ideal de habla (Habermas, 1997, p. 153-154). En tal sentido, Habermas refiere que:
la situación ideal de habla no es ni un fenómeno empírico ni una simple construcción, sino una suposición inevitable que recíprocamente nos hacemos en los discursos. Esa suposición puede ser contrafáctica, pero no tiene por qué serlo; mas, aun cuando se haga contrafáctícamente, es una ficción operante en el proceso de comunicación. Prefiero hablar, por tanto, de una anticipación, de la anticipación de una situación ideal de habla (Habermas, 1997, p. 155).
Al referirnos a una situación ideal de habla no nos estamos refiriendo a una cuestión empírica ni a una construcción al azar sino que se trata de elementos regulativos que damos por supuestos y que son inevitables, se encuentran implícitos a la hora de que un hablante intenta realizar una justificación racional. Por lo que, la situación ideal de habla alude a un elemento que es propio de las acciones comunicativas, es inmanente a su existencia, es lo que permite el entendimiento racional a partir del lenguaje y que se pueda justificar aquellas proposiciones con pretensiones de validez. Sobre esta base, Habermas sostiene que a la hora de que un hablante participe de un discurso da por supuesto de forma implícita cuestiones universales e inevitables que forman parte de la situación ideal de habla (Habermas, 1997, p. 155-156 en nota al pie de página).
En este marco, la relación entre verdad y justificación en Habermas posee un estrecho vínculo entre una pretensión incondicional y aquello que podemos justificar. La verdad se convierte en un ideal regulativo que permite orientar la justificación y la argumentación en orden de mostrar la racionalidad de un discurso referido a una proposición de verdad. Por lo que, toda verdad se encuentra justificada aunque apunta a un horizonte ideal y sirve como un marco normativo que puede orientar la búsqueda de un consenso entre los hablantes. La justificación es necesaria para la verdad, pero la verdad no se reduce a lo que una comunidad lingüística puede justificar en un momento dado.
3 RORTY: LA DEFLACIÓN DE LA VERDAD
En contraposición de lo planteado por Habermas, Rorty considera que es necesario abandonar la noción de verdad y sustituirla por la noción de justificación. En este sentido, repara en que, históricamente, la filosofía ha considerado como un elemento universal el deseo de verdad y su búsqueda. Sumado a ello, se ha reparado en que la verdad se trata de una correspondencia con la realidad y que la realidad tiene una naturaleza intrínseca (Rorty, Habermas, 2007). Sobre estas premisas, se ha avanzado en sustentar que existe una sola verdad y que el interés humano por la verdad suministra razones para crear una comunidad inclusivista. Tal argumento supone que cuanto más se descubra acerca de esa verdad única, más se avanzará en aportar a una base común compartida, más tolerante e inclusiva. A su vez, se suele asumir que un individuo es racional en la medida en que emplea sus distintas facultades orientadas hacia la verdad. En virtud de ello, Rorty negará estas tres premisas que constituyen buena parte de la teoría correspondentista de la verdad, y defenderá que la noción de que el deseo descripto por los filósofos de una verdad universal puede plantearse como el deseo de una búsqueda de justificación. Para Rorty, y a partir de su perspectiva pragmatista, no se puede apuntar a algo ni obrar para conseguirlo a menos que se lo reconozca una vez conseguido, menciona que:
Una de las diferencias entre verdad y justificación es la que existe entre lo no reconocible y lo reconocible. Nunca sabremos con seguridad si una creencia dada es verdadera, pero podemos estar seguros de que nadie es actualmente capaz de invocar objeciones residuales, de que todos coinciden en que merece ser sostenida (Rorty, Habermas, 2007, p. 12).
En primer lugar, Rorty pone sobre manifiesto que es necesario abandonar la idea de la verdad como una correspondencia con la realidad así como también la búsqueda de fundamentos y de criterios incondicionales de verdad, sino que la justificación remite antes a elementos contingentes de una comunidad lingüística. Por otro lado, realiza una distinción entre la verdad y la justificación, pero a diferencia de lo planteado por Habermas, lo hace en función de sustentar que la noción de verdad no posee implicancias prácticas sobre la vida de los individuos. Pero también identifica que no se posee un criterio o una herramienta normativa independiente que permita distinguir las pretensiones de validez correctas, no se puede asegurar que una creencia que se encuentra justificada en un momento determinado será verdadera. Pero si se puede asegurar que una creencia que se encuentra justificada no puede ser objetada por los participantes de una comunidad. En este punto es relevante destacar el papel pragmático y práctico que Rorty le otorga al valor de la justificación puesto que considera que su funcionalidad se puede observar en las prácticas que realizan los participantes de un discurso y un lenguaje. La verdad en la medida de que no posee efectos prácticos se convierte en una noción vacía, no se poseen condiciones ideales o pretensiones incondicionales de validez que permitan normativamente obtener la verdad. Lo importante es la justificación dada en un momento dado y contingente a una comunidad. Por lo tanto, Rorty deflaciona la noción de verdad y atribuye mayor importancia a las justificaciones puesto que es aquello que se puede reconocer en la práctica. El deseo de algo inalcanzable es sustituido por un elemento que posee implicancias en nuestras prácticas cotidianas, que es alcanzable en un horizonte de una comunidad lingüística y aporta que:
La justificación... es reconocible y, por tanto, es posible bregar por ella de manera sistemática. A veces, con suerte, la justificación se logra, aunque ese logro suele ser apenas temporario, pues tarde o temprano se desarrollarán nuevas objeciones a las creencias temporariamente justificadas. Tal como veo las cosas, el ansia de incondicionalidad... se satisface, por cierto, con la noción de verdad. Sin embargo, esa ansia no es saludable, porque el precio de la incondicionalidad es la irrelevancia para la práctica... (Rorty, Habermas, 2007, p. 13)
Para Rorty la justificación es aquello a lo cual se puede apuntar, lo que se puede reconocer. Cabe recordar que para Rorty la búsqueda de la verdad, de una base común o de fundamentos representa un programa filosófico perimido en donde se considera que las representaciones mentales reflejan la naturaleza, la mente ocupa un lugar como espejo que da como resultado representaciones exactas de la naturaleza. Tales representaciones poseen pretensiones de verdad. Es esta búsqueda la que no posee sentido por intentar comparar y describir verdades universales (Rorty, 1995). Al contrario de eso, lo que plantea acerca de las justificaciones empleadas en el marco de una comunidad no son representaciones exactas de la naturaleza sino que se encuentra en un horizonte pragmático y alcanzable por parte de los practicantes. Las pretensiones de incondicionalidad sobre una proposición responden a un programa filosófico representacionalista que es irrelevante para la práctica y que no refleja el proceso de generación de conocimiento. Lo que se encuentra justificado para una comunidad en un momento y lugar determinado puede no estarlo para otra en el futuro, sin que esto signifique que se obtenga la verdad o una representación exacta de la naturaleza. Por ello señala que Habermas comete un error táctico a la hora de preservar la noción de incondicionalidad puesto que no es posible establecer que en un proceso de entendimiento se de un momento de incondicionalidad. Al respecto señala que:
sólo una atención exagerada a la enunciación de los hechos haría que uno pensara que hubo una meta de la indagación llamada «verdad», además de la justificación. De manera más general, sólo una atención exagerada a la enunciación de los hechos haría que uno pensara que la pretensión de validez universal es importante para la política democrática (Rorty, Habermas, 2007, p. 15-16).
Rorty pone sobre manifiesto que la noción de verdad no se trata de un elemento que se encuentre por fuera del proceso de justificación. La idea de que puede haber una meta de la indagación llamada verdad por fuera del contexto de justificación es parte de la teoría correspondentista de la verdad, en donde la atención exagerada a los hechos da como resultado la idea de que los enunciados se representan con los hechos, es decir que el lenguaje se corresponde con la realidad. Una vez planteada esta relación, se puede avanzar un paso más y considerar que las pretensiones de validez universal también poseen una atención exagerada en su vínculo con los enunciados. Si realmente se quiere mantener una política democrática e inclusiva, la noción de verdad y sus pretensiones de validez no poseen un valor preponderante. Por lo que, el tema de la verdad y su nexo con los enunciados como bases de un entendimiento común suponen un marco de la teoría correspondentista de la verdad. Para Rorty no es necesario contar con una noción de verdad como validez universal a la hora de sustentar las prácticas de conocimiento en el marco de una comunidad lingüística y para una política democrática. Cabe situar este punto en la discusión con Habermas, en el entendido de que Habermas sostiene que la racionalidad comunicativa que intenta lograr un consenso posee una pretensión de validez universal. Por otro lado, Rorty desplaza la discusión acerca de la verdad y la validez universal hacia la justificación dentro de una comunidad, la conversación establecida entre pares y la capacidad de contingencia y no la búsqueda de la representación exacta de la naturaleza. Rorty deflaciona así no solo la noción de verdad sino también los términos en los cuales la filosofía como disciplina puede aportar a una política democrática, puesto que ya no es la encargada de realizar una búsqueda sobre verdades absolutas, y menciona que:
me inclino a rechazar tanto la ética del discurso como la idea misma de principios neutrales, y a preguntarme qué podrían hacer los filósofos por la política democrática... Mi respuesta es: pueden bregar por el reemplazo del conocimiento por la esperanza, por la idea de que lo importante para el ser humano es la capacidad de convertirse en ciudadanos de la democracia plena que aún está por advenir, en lugar de la capacidad para captar la verdad (Rorty, Habermas, 2007, p. 18).
En tal sentido, Rorty rechaza tanto la búsqueda de algún tipo de ética o de principio de neutral que permita horizontes conmensurables. Mientras que Habermas está preocupado por ofrecer criterios normativos tanto para la situación ideal de habla como para las pretensiones de validez, Rorty renuncia a la búsqueda de un armazón normativo por considerarlo una herencia de la filosofía kantiana y por ser parte del modelo representacionalista. No hay un plano posible de verdades universales o ideales puesto que esto remite a la búsqueda de algún tipo de fundamento último. La política democrática no necesita de este tipo de criterios sino que es necesario ofrecer esperanza, en el entendido de que es indispensable abandonar la búsqueda de certezas o representaciones exactas de la naturaleza por una conversación entre practicantes y su incorporación y ampliación de una comunidad democrática cada vez mejor. Sobre esto, la filosofía debe jugar un papel relevante ya que debe promover la esperanza antes que la búsqueda de una pretensión de validez universal.
Desde esta perspectiva y para procurar deflacionar la noción tradicional de verdad, Rorty considera que se pueden establecer tres tipos de usos de verdad: el uso de verdad como aval, que es la función y uso que se le da a la hora de dar apoyo a otro individuo. El uso precautorio o de advertencia, que es aquel uso que recuerda a los practicantes de una comunidad que una creencia puede estar justificada pero eso no la convierte en verdadera, en términos de Rorty "su creencia en S está perfectamente justificada, pero quizás no es verdadera" (Rorty, 1996, p. 175). En tercer lugar está el uso de verdad como referencia divergente o disquotational, que es aquel que hace referencia a la utilización para mencionar cuestiones metalingüísticas y que cumplen una estructura lógica del estilo "S es verdadera si y sólo si" (Rorty, 1996, p. 175). A partir de la distinción de estos tres usos de verdad, considera que cuando nos referimos a su uso no posee un poder explicativo acerca de la relación entre estados mentales, proposiciones y la realidad, es decir no existe una correspondencia entre las creencias y el mundo y esta relación no se puede verificar. A su vez menciona que conocemos la relación de las creencias con el mundo en la medida en que comprendemos sus relaciones causales con el mundo. Sobre esta base, Rorty aporta que gran parte de los usos de verdad que se llevan a cabo en las prácticas lingüísticas se pueden sustituir por la noción de justificación, es decir el uso de aval y el uso como referencia divergente se pueden considerar en términos de justificación. Una de las consecuencias que se puede extraer sobre la estrategia deflacionaria sobre la verdad es que no es posible establecer una pretensión incondicional de validez sino que las proposiciones que se encuentra justificadas responden a prácticas intersubjetivas, consensos contingentes y que las justificaciones pueden ser revisadas en el futuro. El uso precautorio permite el contraste entre públicos más y menos informados y, sobre todo, entre públicos del pasado y públicos del futuro así como también tener presente que pueden existir objeciones que todavía no han sido propuestas ya que "nuestras creencias morales y científicas... pueden parecerles tan primitivas a nuestros descendientes remotos como las de los antiguos griegos nos parecen a nosotros" (Rorty, Habermas, 2007, p. 20). Frente a una creencia que se encuentra justificada no se puede desprender que sea verdadera puesto que el público futuro puede generar hipótesis explicativas más ingeniosas, nuevos descubrimientos, etc. y señala que:
La única distinción entre verdad y justificación que establece tal diferencia es, en mi perspectiva, la distinción entre público antiguo y público nuevo. Así pues, tomo la apropiada actitud pragmatista hacia la verdad potencial: ya no es necesario tener una teoría filosófica sobre la naturaleza de la verdad, o el sentido de la palabra ‘verdad’, como tener una acerca de la naturaleza del peligro, o el sentido de la palabra ‘peligro’ (Rorty, Habermas, 2007, p. 20).
El uso precautorio de la noción de verdad permite distinguir la diferencia entre la justificación y la verdad, ya que su utilización bajo este marco ya no refiere a una relación especial entre proposición y realidad sino que se trata de una palabra que posee un uso pragmático dentro de una comunidad en contextos diferentes. Para Rorty el uso de advertencia le recuerda a los participantes la falibilidad de las creencias justificadas en un momento dado en el entendido de que la verdad ya no es una norma ideal a la que apuntan las pretensiones de validez. La advertencia sobre nuestras creencias justificadas es una especie de gesto hacia el público futuro puesto que pueden existir diferentes circunstancias en las cuales no sea posible justificar las creencias anteriormente justificadas frente a un nuevo público. En tal sentido, cuando se realiza un uso precautorio de la verdad no se está señalando una representación exacta de la naturaleza o describiendo algo sobre el mundo sino que se está advirtiendo que las justificaciones realizadas en un momento dado pueden ser revisadas y descartadas por un nuevo público en el futuro. Las creencias responden a hábitos de acción de una comunidad antes que a intentos de correspondencia con la naturaleza. En función de ello, la verdad como precaución ya no es un ideal regulativo sino que se corresponde a una práctica social en donde no se posee un acceso privilegiado a la realidad pero sí un conjunto de consensos y creencias coherentes obtenidas en el marco de una comunidad lingüística que sostiene ciertas justificaciones en un momento y lugar dado.
Una vez que la noción de verdad pierde relevancia, también permite observar otro elemento de gran relevancia que es que a través de la justificación se puede acceder a la justificación. Es ilegítimo dar un salto desde la justificación hacia la verdad, puesto que la relación entre verdad y justificación no se determina mediante condiciones ideales. En un sentido pragmatista, la verdad como un elemento normativo de los discursos argumentativos son redundantes por inalcanzable y no aplicables a la práctica. La justificación no apunta a la verdad, es un deseo de justificar las creencias frente a un público cada vez más amplio. La perspectiva deflacionista sustituye la idea de verdad como correspondencia por una noción de justificación contingente circunscripta a una comunidad lingüística. En contraposición a lo planteado por Habermas quien mantiene un ideal normativo y una pretensión de validez universal, Rorty sostiene que nuestras creencias justificadas son falibles y que parte de una política democrática no se trata de obtener verdades sino buscar consensos comunitarios. Así es que, Rorty rechaza la noción de una verdad universal pero también marca distancia con la perspectiva de que existan condiciones ideales de justificación, no existe un criterio normativo que permita apuntar a la verdad. El uso de precautorio de la verdad proporciona un marco de advertencia sobre los públicos futuros en el entendido de que una creencia justificada no es necesariamente verdadera y que todas las proposiciones pueden ser sometidas a crítica y revisión en un momento dado.
4 LA INFORMACIÓN ENTRE LA VERDAD Y LA JUSTIFICACIÓN
En función de lo planteado anteriormente y en el ámbito disciplinar de la ciencia de la información, se puede considerar que la discusión llevada adelante por Habermas y Rorty ofrece un marco de debate fértil en cuanto a la objetividad, verdad y justificación de la información. Por un lado, Habermas sustenta que la racionalidad comunicativa y su relación con la producción de conocimiento se alcanza mediante consensos surgidos de pretensiones de validez incondicionales. Por otro lado, Rorty critica la noción de fundamentos y la idea de criterios incondicionales, desplaza la búsqueda de la verdad por la búsqueda de aquellas justificaciones contingentes que los practicantes de una comunidad pueden ofrecer en un lugar y un momento dado. Al respecto, tal discusión habilita a que se problematice acerca de cómo se concibe la producción de conocimiento así como también si la información producida en el marco de la sociedad y sus participantes posee pretensiones de validez incondicional o responde a prácticas intersubjetivas de justificación. Al respecto, se puede señalar que en función de lo planteado por Habermas se puede indicar que la información responde y se concibe como un elemento que posee pretensiones de validez y que busca un horizonte de consenso racional. Mientras que en base a los aportes de Rorty la información responde y se concibe como un elemento que surge de una práctica social contingente y que se enmarca en justificaciones de un comunidad lingüística particular.
Buena parte de estas cuestiones han sido planteadas dentro de la ciencia de la información. En cuanto a la perspectiva de que no es posible identificar un mundo objetivo de las ideas, pueden comprenderse en el marco de la discusión sobre la objetividad y la validez del conocimiento que se presentó. Si se toman en cuenta las críticas realizadas por Rorty al programa representacionalista, los planteos de Frohmann (1992), Hjørland (1992) e Ingwersen (1992) poseen ciertos puntos de contacto puesto que desplazan la atención desde la idea de una información concebida como entidad objetiva hacia su carácter discursivo, contextual en función de sus practicantes. Al respecto, Frohmann (1992) a partir de un análisis del discurso del punto de vista cognitivo, estima que coloca a la información como un elemento objetivo y que es pasible de representarla, dejando de lado los elementos sociales y de producción de la información. Esta crítica se puede vincular con los ataques tanto de Habermas como de Rorty a la teoría correspondentista de la verdad, en el entendido de que intenta llevar adelante una conexión entre los estados mentales y la realidad. No es posible ofrecer una representación exacta de la información como una entidad objetiva. Por otro lado, Hjorland (1992) propone analizar el concepto de sujeto para comprender su utilización en el marco de la ciencia de la información. Indica que en las búsquedas y recuperación de la información es necesario comprender a los sujetos para determinar la indización, los sistemas de clasificación y estrategias de recuperación, dando relevancia a las prácticas discursivas y los significados compartidos en una comunidad. Ingwersen (1992) a partir de un recorrido histórico del campo realiza una revisión de la ecuación fundamental de Brookes y propone un concepto consolidado de información desde una perspectiva cognoscitiva que sea útil tanto para el emisor como para el receptor, pero apuntando que es necesario comprender el contexto social y cognitivo, sin estimar la objetividad de la información.
Asimismo, varias investigaciones han intentado acercar el programa habermasiano a la ciencia de la información con el objetivo de mejorar su comprensión epistemológica. En un intento de analizar el fenómeno de la información desde una perspectiva habermasiana, Batista Fidelis (2014) entiende que la información se ha constituido como un vector que impulsa la integración funcional pero no la integración social de los individuos. Considera que es necesario aportar una noción de información que sustente acciones comunicativas que promuevan la reflexión en torno al sujeto informacional y permita fortalecer el mundo de la vida. Menciona que:
Nessa perspectiva, a informação ancora as ações comunicativas, oportunizando processos de interação em que os sujeitos se entendem entre si, possibilitando a renovação do saber cultural, a integração social e a formação de identidades pessoais, reproduzindo os componentes simbólicos do mundo vivido (cultura, sociedade e personalidade) (Batista Fidelis, 2014, p. 146).
La teoría de la acción comunicativa permite vislumbrar a la información ya no como un objeto sino que es un fenómeno intersubjetivo producido entre los distintos practicantes. Las bibliotecas, archivos y unidades de información no son las depositarias de un objeto sino que son unidades que permiten comunicar el fenómeno y aportar a la búsqueda de consensos racionales. En este entendido, la información no se valida por elementos externos o su correspondencia con un hecho, sino que se valida en cuanto es el resultado de las prácticas discursivas que les dan sentido.
Más recientemente, Buschman (2010) al analizar la presencia de la teoría de Habermas en la ciencia de la información indica que existen tres categorías de su uso en el campo. Primero, aquel uso relacionado con el pensamiento de Habermas y que busca analizar, situar y formular reivindicaciones normativas y democráticas sobre la ciencia de la información. Una segunda categoría se refiere a los debates llevados adelante con Habermas y Foucault y que se relaciona con la perspectiva de poder en el manejo de la información. Y una tercera categoría que busca instrumentalizar sus aportes hacia los sistemas técnicos para que sean más receptivos y eficientes. Cavalcante, Souza y Bufrem (2019) estudian el fenómeno del conocimiento en información a partir de herramientas habermasianas y argumentan que el conocimiento en información debe encontrarse al servicio de la racionalidad comunicativa puesto que permitirá una plataforma de razón dialógica y emancipadora. Aguiar y Louro (2024) sintetizan aspectos epistemológicos de la ciencia de la información a partir de la teoría de la acción comunicativa en orden de ofrecer un modelo hermenéutico para la disciplina. En un ajustado análisis realizado por Budd (2011) en donde aborda las nociones de significado, verdad e información plantea que es imprescindible comprender sus relaciones y que la información obtiene sentido y definición en el marco de la verdad. Al respecto aporta que:
Cuando las personas intentan recuperar información, generalmente lo hacen con la intención de acceder a actos comunicativos significativos y verdaderos. Sin embargo, hay ocasiones en que las personas prefieren que sus creencias, preconcepciones o incluso prejuicios sean confirmados por esos actos comunicativos… entre las tareas de la Ciencia de la Información está comprender cómo indagar en lo que es y no es información (Budd, 2011, p. 72).
Budd apunta que tanto la recuperación de información como su noción y significado obtienen sentido en la medida que se inscriben en actos comunicativos significativos y verdaderos. Esto lleva a considerar que buena parte del trabajo disciplinar implica la búsqueda de condiciones comunicativas, sociales y normativas que permitan dotar de sentido a la información.
Por el contrario, Atkinson (2000) a la hora de pensar los servicios informacionales y las implicaciones para la transferencia de la información proporcionados por la ciencia de la información, considera que su propósito debería aportar a un diálogo constante, sostenerlo y contribuir a esa conversación a través del apoyo a sus participantes. Atkinson estima que si se toman en serio los aportes realizados por Rorty el sentido y valor de los servicios informacionales de la ciencia de la información radica en aportar a la conversación y justificación contingente de los practicantes de una comunidad lingüística. Para Buschman (2017), este aspecto resulta central, ya que implica repensar los debates filosóficos en el marco de la ciencia de la información y cuestionar la posibilidad de búsqueda de una base filosófica común para la disciplina. Señala que:
los problemas de LIS con la epistemología provienen de diversas fuentes: la misma epistemología, la combinación de la bibliotecología con la ciencia de la información y la búsqueda de una base común de las profesiones de la información, sus herramientas y sus instituciones. Tal fundamento teórico no es posible… (Buschman, 2017, p. 210, traducido).
Los aportes realizados por Rorty en un marco epistemológico general a los que se alinea Buschman restringiéndolo a la ciencia de la información apuntan a señalar que las pretensiones de cientificidad en la ciencia de la información no se resolverán mediante la búsqueda de una base filosófica, ya que no existe un fundamento último. En tal sentido, la noción de una verdad o la pretensión incondicional de validez deben desplazarse hacia la búsqueda de justificaciones contingentes a los practicantes de una comunidad lingüística. Por tanto, la disciplina debe tomar la noción de información como un elemento que depende del contexto, de los practicantes y sus justificaciones intersubjetivas.
Hasta aquí se puede indicar que el debate entre Habermas y Rorty acerca de la naturaleza de la verdad y la justificación aporta diversas cuestiones para analizar la implicancia de la información en la sociedad actual, las modalidades de producción, su validación y circulación. En el caso de Habermas parece comprenderse a la información como un fenómeno que apunta a la racionalidad comunicativa y a la búsqueda de consensos bajo un marco de presupuestos normativos con pretensiones de validez incondicional. En contraposición, en el caso de Rorty parece comprenderse a la información como un producto resultante de la interacción y la justificación intersubjetiva de los practicantes en un lugar y momento dado. En este caso, la información no busca cumplir con un marco normativo o apuntar más allá de lo que se puede justificar en esa comunidad. En ambos casos, el fenómeno de la información no se corresponde con un hecho de la realidad.
En orden de poder ofrecer un conjunto de conclusiones, es necesario sintetizar el debate realizado por Habermas y Rorty y presentar sus divergencias. Habermas sostiene una perspectiva de la verdad bajo un marco normativo en donde las pretensiones de validez incondicional apuntan a la verdad. Más aún, las justificaciones pueden apuntar a un horizonte de verdad, al cual es imposible de llegar pero que funciona como un elemento regulativo para la racionalidad comunicativa. Una proposición emitida por un individuo debe ocurrir bajo condiciones ideales de habla que permita lograr consensos a partir de la fuerza del mejor argumento. En cambio, Rorty presenta una estrategia deflacionaria respecto a la verdad. Sustituye la noción de verdad por la de justificación y restringe el uso de la verdad a una cuestión precautoria, que cumple la función de proteger el conocimiento justificado frente a públicos futuros aportando un marco de falibilidad a las creencias. En tal sentido, las ideas de pretensiones de incondicionalidad o la situación ideal de habla le parecen resabios del modelo filosófico representacionalista. La búsqueda de la verdad no posee sentido por ser una meta inalcanzable, pero una meta relevante es la de obtener justificaciones que logren consensos en una comunidad lingüística determinada. En virtud de ello, se puede apreciar que también una perspectiva acerca del papel que debe jugar la filosofía, para Habermas cumple una función normativa mientras que para Rorty la filosofía cumple una función conversacional.
Por otro lado, la discusión ofrece un marco de debate fértil a la hora de analizar la relación entre la verdad y la información y cómo se vincula con una comunidad específica. La información comprendida como un fenómeno intersubjetivo con la función de buscar entendimiento y conversaciones en el marco de una política democrática pierde el sentido de ser considerada como una entidad objetiva con pretensiones de validez universal. La información es producida en torno a prácticas contingentes que le dan sentido a las justificaciones que los integrantes de una comunidad ofrecen en un momento y lugar determinado. En virtud de ello, el análisis de la verdad, justificación y objetividad es un tópico de gran relevancia a la hora de comprender la información en la sociedad actual y central para orientar los procesos de la ciencia de la información.
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